May 9, 2016

Boyle Heights se rehúsa a ser otra víctima de la gentrificación

Este vecindario mexicano de Los Ángeles está en el ojo de inversionistas, pero sus pobladores dicen que harán todo lo posible por no ser desplazados.

ariachi toca su intrumento en Mariachi Plaza en Boyle Heights. La gente de la vecindad está preocupada que la cultura del lugar se disminuirá con la gentrificación. ROBYN BECK/AFP/Getty Images

ariachi toca su intrumento en Mariachi Plaza en Boyle Heights. La gente de la vecindad está preocupada que la cultura del lugar se disminuirá con la gentrificación. ROBYN BECK/AFP/Getty Images

 

Cada residente de Boyle Heights tiene su propia idea de cuándo empezaron los cambios en la vecindad.

Genaro Ulloa, maestro en la escuela CALÓ Youth Build, rastrea las problemas a la crisis económica de 2008, cuando la burbuja inmobiliaria reventó y el mercado inmobiliario se transformó en un caos. Pero sus estudiantes, dice él, se han dado cuenta de los cambios hace poco, entre 2011 y 2013.

“La primer cosa que han notado es la presencia de gente nueva”, dice Ulloa. “Vienen a clase y me dicen ‘¡Señor Ulloa, vimos a un gringo!’”.

Así empieza este proceso: poco a poco, gente nueva —casi siempre con mayores niveles de ingreso y muchas veces blancos no hispanos— se empieza a mudar a una vecindad históricamente pobre y latina o afroamericana. El valor de las propiedades empieza a subir por la nueva demanda, lo que a su vez hace que suba la renta de la gente que ya vivía ahí. Desarrolladores inmobiliarios comienzan a comprar propiedades y construir nuevos complejos de apartamentos o centros comerciales, atrayendo aún más gente adinerada a mudarse al lugar.

En un cuestión de dos o tres años, la vecindad parece irreconocible a la gente que nació ahí. Pierden sus casas y sus negocios, y por no tener de otro, se van.

En Boyle Heights, un vecindario a cinco minutos del centro de Los Ángeles, estas señales han estado comenzando a aparecer con frecuencia, en lo que parece ser la etapa inicial de un poderoso cambio demográfico en un barrio tradicionalmente latino. Gente nueva se está mudando al barrio. Las rentas están subiendo. Algunos negocios latinos tradicionales están cerrando y la gente del barrio está comenzando a ser desplazada.

Y, frente a esto, grupos de activistas en el área han comenzado una ardua lucha . Quieren proteger su vecindad de los procesos de la gentrificación que han dañado a vecindades por todo Estados Unidos.

Esto no es nuevo (como podemos ver en este artículo de 1987), pero lo que sí marca una diferencia aquí es que, quizás como nunca antes, varios miembros de la comunidad están decididos a hacer lo que sea necesario para evitar ser desplazados

Defender a Boyle Heights, cueste lo que cueste

“Las activistas en Boyle Heights recientemente reconocimos que, por mucho tiempo, hemos estado negociando nuestra propia derrota”, dice Magally Miranda, miembro de la coalición Defender a Boyle Heights y residente del barrio.

#gentrification ends here sign on the #sixthstbridge #boyleheights

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La coalición es una nueva asociación de varios grupos de la vecindad que buscan detener la gentrificación, y que también representan un cambio de estrategia a una más urgente y más agresiva. “Antes, pensábamos en la gentrificación como algo inevitable”, dice Miranda. Sin embargo dicen que ahora están dedicados a defender al barrio por cualquier medio. “Hasta ahora, nuestros medios han sido no violentos. Pero sí han sido agresivos”. Miranda se refiere a los acciones de Servir al Pueblo, un grupo que se ha comenzado a hacerse conocido en los ultimos meses por varias protestas agresivas contra la gentrificacion. Enviaron duros mensajes a un agente inmobiliario que estaba invitando a un tour de la vecindad, prometiendo “delicias artesanales” a los que atendían. “Ojalá que alguien se asfixie comiendo tus delicias artesanales”, dijeron en uno de estos mensajes. Persiguieron a estudiantes de UCLA que estaban recorriendo el barrio hasta que se fueron. Y, junto con la jazz band de la escuela secundaria Roosevelt (ubicada en el vecindario) protestaron una ópera móvil llamada Hopscotch, que se estaba en un parque local llamado Hollenbeck, causando que el grupo huyera y se cancelara el concierto.  

Son métodos que claramente expresan rabia, y generan controversia en la vecindad, según Miranda, especialmente con la gente mayor. Pero, al menos entre los activistas, dice el maestro de escuela Genaro Ulloa, sus acciones son más que justificables.

“Los procesos de la gentrificación son perfectamente legales”, dice él. “Hay muy poco en el sistema legal que nos pueda proteger. Hacer esta estrategia, pidiendo que un grupo de artistas se vaya de nuestro parque, por ejemplo, es hacer una declaración moral. Es decir: ‘quizás no te debes sentir cómodo en nuestra vecindad. Quizás no te debes sentir autorizado a vivir en cualquier lugar que quieras’”.

Ulloa y Miranda dicen que se están combatiendo a las fuerzas del capitalismo y eso requiere protestar fuertemente y sin conceder nada. Ninguna nueva persona ni negocio les parece bien, si representan un cambio de lo que existe ahora. Y en eso divergen de otros grupos comunitarios en el área que se dedican a esta causa.

Desacuerdos entre activistas

Defender a Boyle Heights y las organizaciones dentro de ella no son los únicos que están peleando la gentrificación en el barrio. También existe la East Los Angeles Community Corporation (ELACC, por sus siglas en inglés), que ha luchado por evitar el desplazamiento de la población en Boyle Heights desde 1996.

En 2012, esta organización inauguró el llamado Hotel Mariachi, luego de restaurar un edificio que era patrimonio histórico, pero que estaba en mal estado. Ahí se ofreció vivienda accesible, pero el resultado no agradó a todos.

Mariachis se juntan en Mariachi Plaza en Boyle Heights, el 20 de diciembre 2014. La restauración del Hotel Mariachi cerca a esta plaza preocupó a muchos miembros de la comunidad por la posibilidad de que este centro de cultura se desaparecía. ROBYN BECK/AFP/Getty Images

Mariachis se juntan en Mariachi Plaza en Boyle Heights, el 20 de diciembre 2014. La restauración del Hotel Mariachi cerca a esta plaza preocupó a muchos miembros de la comunidad por la posibilidad de que este centro de cultura se desaparecía. ROBYN BECK/AFP/Getty Images

Según el Los Angeles Times, algunas familias explicaron que las rentas del nuevo espacio no eran tan bajas como se había prometido. Resultó que ELACC calculó mal algunas de las rentas necesarias para vivir en el hotel. La organización hizo lo que pudo para asegurar que gente se pudiera mudar ahí, incluyendo nuevas negociaciones de la renta.

Pero en 2015, ELACC otra vez se encontró en el medio de una controversia. La organización decidió construir un nuevo complejo de apartamentos accesibles en la esquina de 1st y Soto llamado Cielito Lindo, el cual requeriría la demolición de otros departamentos en el área, desplazando a docenas de inquilinos. La organización activista Unión de Vecinos en Boyle Heights estaba fuertemente en desacuerdo con el desarrollo y el desplazamiento de los inquilinos.

ELACC y Unión de Vecinos (junto con muchos de los grupos en Defender a Boyle Heights), tienen un desacuerdo fundamental sobre el desarrollo de viviendas accesibles, y el rol que juega en el proceso de la gentrificación.

“Muchos desarrolladores dicen que las viviendas de renta controlada no son viviendas accesibles. Pero sí son”, dice Leonardo Vilchis, director de Unión de Vecinos. “Cuando estás tratando de construir nuevas viviendas accesibles, vas a tener que demoler casas con control de alquiler”.

Y el problema con las viviendas accesibles es que, en Los Ángeles, la renta está medida usando el ingreso medio de todo el condado, no del barrio. Cuando se toma en cuenta todo Los Ángeles, éste es de 55,870 dólares, pero al tener en cuenta sólo Boyle Heights el ingreso medio es de 34,136 dólares.

“Yo conozco a una mujer que se mudó a su casa aquí en 1962. Está pagando 600 dólares al mes, porque vive en una vivienda con control de alquiler”, dice Vilchis. “Si demuelen su casa, ella recibe dinero para la reubicación, pero su renta va a estar a 900 o 1,200 dólares. Ella tiene un ingreso fijo. ¿Cómo va a alcanzar? La estamos mandado a una crisis por querer construir viviendas accesibles”.

En vez de hacer esto, deberían dejar a los inquilinos tranquilos, dice Vilchis. El desarrollo no se justifica en Boyle Heights si no pueden garantizar la asequibilidad al barrio entero y derecho de retorno para todos los desplazados.

Isela Gracian, directora del East Los Angeles Community Corporation, no está totalmente de acuerdo sobre el efecto de las medidas de ELACC. “Nosotros tenemos departamentos de tres cuartos que se rentan a 1,200 dólares al mes. En el barrio entero, esa renta, para algo más pequeño, es de unos 1,500 dólares al mes por lo menos. En nuestros edificios pagan menos que en el barrio en general”, dice ella. Además Gracian explica que hacer el desarrollo de viviendas accesibles no es la única manera en que ELACC pelea contra la gentrificación. También educan a los inquilinos a saber sus derechos, y ayudan a gente que están siendo desalojados de sus casas.

“Todos tenemos nuestra propia estrategia”, dice Gracian. “Pero cuando trabajamos juntos, y comunicamos, con todas nuestras estrategias, hay más éxito en el movimiento que tratamos de hacer”.

En eso, Vilchis sí está de acuerdo.

“Al principio, sí tuvimos muchas problemas [con la propuesta para construir Cielito Lindo]. Después de que hablamos todos y expresamos nuestras preocupaciones, pudimos conciliar y hacer algo mejor para los inquilinos”, dice él.

Pero, más allá de una u otra estrategia, hay algo claro: la gentrificación es una fuerza poderosa, respaldada por el mercado y extremadamente difícil de detener.

“Nosotros sabemos a lo que nos enfrentamos”’ dice Miranda. “Hemos visto que tan rápido puede pasar. Pestañeé y ya todo había cambiado. [La gentrificación] es un monstruo. Es una máquina”.

 

Joseph DeLaRiva: “Like many other murals in Boyle Heights, these murals represent the Latinx struggle to combat the problematic ideology that is meritocracy, and at the same time, illustrate a “Dream of Flight.” Both murals, two of twelve sketched on the exterior walls of Project Housing complexes, exemplify how individuals are not born on the same playing field; therefore, making it incredibly difficult to champion the myth of meritocracy. I was taught that if I studied hard enough, maintained a competitive demeanor, and performed to the best of my abilities in every situation, I would advance socially, political, and economically. However, it would be problematic to ignore the advantages bestowed on individuals of certain zip-codes and ethnicities who have the privilege of attending highly proficient schools, and have his or her parent’s financial support. Unfortunately, it does not take much for a community to lose its voice, and it takes a lot of support to make its voice heard. Moreover, murals have allowed residents of the larger Boyle Heights community to canvas their ideologies, and rebellious concerns. Boyle Heights, geographically adjacent to Downtown, has seen an increase in real-estate interest. It has been documented in a variety of local newspapers that the residents of Boyle Heights have taken offense of notions similar to “Why rent in Downtown, when you can own in Boyle Heights.” That was the phrase plastered on flyers handed out to residents of the Eastern section of Downtown. As a life-long resident of Boyle Heights, I also find it offensive that our community is only seen as community struck by cultural appropriation, and affordable housing for those who work Downtown. In addition, affordable housing for those people who were given the flyers are not similar to the affordable housing that the murals were painted on. Minorities, demobilized and discredited, take part of a continuous struggle to combat the idea that unequal outcomes are fair. This idea was fostered, and continues to be perpetuated, structurally and institutionally.” #CCS111 #LAVisuals #Chicanostudies #Boyleheights

A photo posted by Joseph De La Riva (@josephdelariva323) on